El pediatra que enseña a navegar a niños con cáncer

Álvaro González de Aledo es un navegante que estudio y se dedica a la pediatría, pero no lo hace de una manera normal, si no que se vuelca de verdad con los niños, especialmente con los que luchan contra el cáncer.

Gracias a los conocimientos y experto en ambos temas, pudo convencer primero al servicio de hematología del hospital de Valdecilla y luego a las familias, de que estos niños los que necesitaban era pasar un día a la semana con él a bordo de un barco de vela, era la opción perfecta para que los menores disfruten y pasen un día como los reyes del barco.

Entre los niños que trata y lleva a los día de barco, se encuentra Mikel, diagnosticado de una Leucemia linfoblastica aguda (cáncer en la sangre), justo después de unas vacaciones en Sanxexo (Galicia) y con su hermano pequeño recién nacido, y con una ingenuidad pero también madurez que dan ganas de abrazarlo comenta que «Supe que tenía buena suerte porque me puse malo justo cuando ya habíamos vuelto. Si llega a ser antes, me lo pierdo», ya que desde ese día a este pequeño de Bárcena de Cicero, que hoy tiene 7 años, y todo empezó cuando tenía 4, se le están torciendo y mucho su situación en todos los aspectos, aunque él no deja de soñar  con llegar algún día a ser jugados de Dominio Bilbao Básquet, al igual que también lo hace con poder volver a salir de viaje sin preocupaciones.

Javier es otro de los afortunados, su pesadilla comento en 2012, cuando tenía 8 años y aun la vive, diagnosticado de una leucemia que se complico, ya que los tratamientos estándar no daban resultados, y al final le salvo un trasplante de medula de su hermano Fernando.

Su ilusión es poder llegar a ser abogado del Estado.

En total la tripulación la forman 92 niños, siendo los más pequeños de 3 años, los cuales cada verano y durante unas horas cambian el hospital, goteros, y antibióticos, por ilusiones, risas y vivencias que Álvaro está seguro que siempre recordaran.

Al principio la idea de este pediatra a todo el mundo le parecía descabellada, ¿Cómo iba a salir con unos niños que reciben tratamientos agresivos, que tienen riesgo de infecciones, con lesiones continuas, y una actitud familiar sobreprotectora, sería posible llevar a cabo la “alocada idea”? Pero Álvaro sabía lo que hacía, ya que es marinero y pediatra, tenía claro que la actividad les vendría muy bien a los niños, pero ante todo es un hombre del mar capaz de enfrentarse con entusiasmo a lo que se le ponga por delante, sin importar si acaba en una catástrofe o en un triunfo planetario.

De no ser por su actitud es muy seguro que el “Carpe Diem Vela Solidaria Santander” proyecto sin precedente en España, nunca hubiera existido, proyecto en el cual el pediatra junto a su mujer Ana se inspiraron en crear el grupo de vela solidaria, inspirados en una iniciativa de ese estilo, que se lleva a cabo en Francia, dando allí muy buenos resultados.

Desde sus inicios en 2003, han podido participar 92 niños y 81 médicos, la tripulación en cada embarcación la forman 1 ó 2 médicos, 1 capitán y 4 niños.

Para ello empezaron con su velero  propio, que mide más de 6,5 metros, bautizado como  “Corto Maltes” en honor al legendario aventurero creado por Hugo Pratt, y solo utilizado para aprovechar el tiempo libre que ambos tenia al haber crecido ya sus hijos, por ello querían compartir el amor por el mar con los niños, aunque un 85% llegan a curarse, pero dejándoles un precio demasiado alto como secuelas físicas y psicológicas y miedo a recaer.

Álvaro cuenta con 33.000 millas navegadas y 2 travesías del atlántico y una vuelta a España, por lo que conoce y sabe perfectamente que el silencio y las fuerzas de las olas te hacen dependen de ti para resolver cualquier problema, por lo que sabía que sería el tratamiento perfecto para hallar fuerzas y poder superar cualquier problema.

Por lo que no dudo en convencer de ello a otros médicos navegantes, y visitar a Encarnación Bureo, responsable del servicio de hematología en verano del 2003, ya que era el momento perfecto  de convertir a los niños en grumetes y zarpas a un mundo desconocidos para ellos, dentro del Corto Maltes, y confirma que “Aunque yo llevo dentro el espíritu de las navegaciones lejanas, sé que para un niño tiene la misma emoción, o más, una de dos horas que le lleva a una islita a seis millas; un viaje que le permite ver su ciudad, su hospital, a su familia y a sus médicos desde fuera».

La inauguración se llevo a cabo en dicha vela que paso a ser solidaria, con una tripulación de 15 chavales y 14 tripulantes, repartidos en los barcos de 4 médicos que Álvaro conocía, y que también son de Santander, aunque entonces la mayoría era niños con leucemia o linfomas también había algunas niñas ciegas debido a tumores oculares bilaterales y otras con una hemiparesia (Disminución del movimiento, que no llega a ser parálisis) secuela de un accidente donde perdió a su madre, todos ellos recuerdan que ese día el cielo estaba cubierto de nubes y había un fuerte viento, lo que amenaza lluvia, junto a mucho nerviosismo debido a la responsabilidad , por lo que falto poco para suspenderlo «Pero era complicado decir que no a esas alturas, cuando los niños que se habían apuntado y algunos de sus hermanos estaban realmente emocionados con la idea de hacerse a la mar. Decidimos seguir adelante, aprovechar el tiempo si la cosa se complicaba con algo de teoría dentro del puerto, pero ni siquiera eso fue necesario». Desde entonces, únicamente dos galernas han podido con los planes de los quince barcos que, año tras año, se han ido sumando a esta aventura.

Para confirmar que la idea y ya proyecto fenómeno de Álvaro y su mujer es un éxito, solo hace falta hablar un ratillo con los grumetes que han participado en ello, como Javier y Mikel que debido a la enfermedad les obligo a dejar los deportes que practicaban, futbol y baloncesto, a olvidarse de las vacaciones lejos de casa, etc., a pasar un día que fue lo mejor de su verano, en 2004, esas jornadas de mar, especialmente para los niños, todo gano más emoción cuando el mar del sur se enrabieto y acabaron con una tormenta de granizo, que les hizo sentirse como Ismael de Moby Dick.

Javier paso de no gustarle el agua, ni siquiera la piscina a encantarle todo lo relacionado con el agua y en especial con el mar, siendo actualmente sus mejores días cuando va con la familia a la isla de La Campanunca y aprovecha para jugar con las lianas que Álvaro tiene localizadas, junto a los días en que puede pasar una noche fuera de casa.

«Antes de ponerme malo jugaba de portero, pero tuve que dejarlo por el reservorio y porque no me podía dar golpes. No ha dejado de gustarme, pero hasta que pueda volver a jugar he encontrado en el mar lo que necesitaba», dice este chavalín, que cuenta con precisión casi científica en qué consiste esa maldita enfermedad que le ha traído loco los últimos cuatro años, y espera impaciente el bote que le regalaran este verano sus padres, y que piensa bautizarle como  ‘Endurance’. «Álvaro nos contó la historia de Shackleton, de su expedición a la Antártida y de cómo logró que la tripulación no se muriera. Tuvo mucha fuerza para conseguirlo. Yo también la he tenido para superar esto. Por eso, mi barco se llamará como el suyo».

El cáncer pediátrico aumenta cada año un 1,5% y actualmente se diagnostican una media de 1.500 casos anuales, aunque algunos expertos creen que la culpa de ello en parte la tiene la vida que llevamos a cabo, siento totalmente consumista y contaminante.

Siempre hay que tener muy presente que con los medios que hay, la tasa de curación de los niños es mayor al de 85% de los casos.